Invitar a la familia a entrar
Para aliviar la creciente tensión, una noche Robert invitó a Sarah y a los niños a cenar con él dentro de su casa. “Venid a comer conmigo”, les ofreció, intentando mantener un tono ligero y desenfadado. Aceptaron agradecidos, y pronto el comedor se llenó de charlas y risas. Los chicos disfrutaron de la comida, y Sarah parecía notablemente más relajada. Por un breve instante, Robert sintió que eran como cualquier otra familia, compartiendo juntos una comida cálida y reconfortante.

Invitar a la familia a entrar
Sonidos arrastrados
Aquella noche, cuando todos habían regresado al garaje, Robert oyó ruidos de arrastre procedentes de aquella dirección. Se acercó con cautela, pero no encontró nada fuera de lo normal; todo parecía estar en su sitio. “Debe de ser mi imaginación”, susurró, tratando de tranquilizarse. Sin embargo, la sensación de inquietud persistía, convenciéndole de que tenía que mantenerse alerta, pues algo no iba bien. El misterio de aquellos ruidos permaneció con él mucho tiempo después.

Sonidos arrastrados