Una visita inesperada
Justo cuando Robert se estaba acomodando a su nueva rutina, un repentino golpe en la puerta le sobresaltó. Cuando la abrió, allí estaba Sarah, cogida de la mano de sus hijos, con los ojos brillantes de lágrimas. “Sr. Robert, ¿podemos hablar?”, preguntó en voz baja. El corazón le dio un vuelco y la vacilación se reflejó en su rostro, pero asintió y se hizo a un lado para dejarlas entrar. La inesperada visita lo dejó conmocionado e inseguro sobre lo que vendría a continuación.

Una visita inesperada
Lágrimas y disculpas
Una vez dentro, Sarah se echó a llorar. “Lo siento mucho”, sollozó. “Nunca pretendimos asustarte ni aprovecharnos de tu amabilidad. Las cosas se complicaron y me entró el pánico” Robert escuchó en silencio, con una tormenta de ira y empatía arremolinándose en su interior. Los niños se aferraron a Sarah, con los ojos muy abiertos por la confusión. Por fin, Robert encontró la voz. “¿Por qué te llevaste mi coche?”, preguntó, firme a pesar de la agitación que sentía en su interior.

Lágrimas y disculpas