La mañana siguiente
Me los imaginaba descansando, disfrutando de su supuesto triunfo con tazas de café en la mano. Mi madre, una punzada de remordimiento en su mañana por lo demás despreocupada, se quedaría desconcertada cuando viera mi nombre en la carta. Su respuesta me resultaba casi tan familiar como mi propio pulso. Mi carta era el siguiente movimiento en un juego que ellos ignoraban que yo estaba jugando, y era algo más que simples palabras sobre papel. Los lazos del pasado ya no estaban atados a mi futuro.

La mañana siguiente
Una letra inesperada
Esperaban una súplica frenética, pero mi caligrafía era inmaculada, cada letra sólida. Creí que la sonrisa de mi padrastro disminuía porque me parecía demasiado dramática o infantil. No eran conscientes de lo meticulosamente que lo había preparado ni del significado que había detrás de cada frase. Para mí era una proclamación, un paso hacia la edad adulta que no podían deshacer, pero para ellos era simplemente una carta. El último giro de los acontecimientos estaba a punto de llegar y mi rumbo estaba fijado.

Una letra inesperada